Llegaron a Irarrázaval, ella lo acompañó al paradero. Cruzaron la calzada y se sentaron en la banca, la helada banca, el lugar parecía helenístico, el clima acompañaba el momento, las calles apestadas de gente que no conocían, sin embargo, no hicieron mas que esperar esa 210 universal. Y entibiarse los dedos mojados de insomnio con las entrepiernas de cada uno.
Luego de un momento de esperar a que alguno dé el paso siguiente, ella se paro del asiento que estaba al lado de él, haciendo referencia a su entorno, se puso frente de él, y él con una sensación que no lograba apreciar si era angustia o alegría. Ella después de darle el primer beso de la noche, le dice.- Vente conmigo esta noche. Él, incrédulo, le replica que no.- Me tengo que ir a mi casa, les prometi a mis viejos que volvería no tan tarde.
Primera vez en su vida que siente una adrenalina de esa magnitud, creía que era un capricho de pendejo de 16 años, tal vez lo era, pero en su momento no lo apreciaba así, no quería llegar a viejo y en su agonía decir.- ¿Por qué no hice esto?
Luego de vacilar por harto, quiso caminar de vuelta, pero sin la intención de tomar una decisión, solo caminar y pensar al lado de aquella persona que lo distraía solo con sus ciegos paso que se encontraban con los de él en la oscuridad de las luces céntricas.
No quería saber de los pensamientos que rondaban en sus represivas neuronas, creía que la decisión correcta era llegar a su casa, acostarse y esperar la otra semana a verla de nuevo y crear un circulo vicioso que a ninguno le hacía bien.
Ella.- Te raptaré, quiero que te quedes esta noche conmigo, quiero que vayas a mi casa, quiero que esta noche sea de nosotros.
Él.- (….), quiero que sepas que arriesgarme es muy peligroso, y me iría mal, no sabes cuanto, pero quiero estar contigo. Pensó, “si esto realmente vale la pena no necesitaría mas motivaciones que la acción misma, era todo lo que quería oir.
En un momento en que todo estaba muy confuso, al frente del Hospital del Trabajador, decidió lo que los dos querían, pero que el mundo no.
Caminaron. Estaban confundidos, no sabían que habían hecho, casi lloraba por la desesperación, no sabían como tomarlo, con alegría o interpretarlo como un riesgo que podría no valer la pena, por parte de él obviamente. Juntos se abrazaron y tomaron una micro, la típica que recorre toda la Alameda, la típica que me hace recordar historias como las que me contaron muchos y conté a demasiados.
Luego de varias llamadas que ensordecieron el oído, la ultima fue a su abuela, pidiéndole que le explicara la situación a su viejo. Un “te quiero” fue la ultima frase antes de colgar. Haciendo ilusión a García-Márquez. Sin entenderlo.
Nunca, nunca sintió el viaje tan largo como esa noche, el Diego Portales, se configuraban en hacerle mas difícil la travesía, luego la Biblioteca, todo le parecía mal, todo, no sabia en que pensar mientras apoyaba su cabeza en el fierro manoseado de la micro. En un momento ella se acerco, y con una voz que él nunca olvidaría sintió un alivio que nadie le hizo sentir. Esa sensación de abrigarte el estómago con un dedo.
Llegaron a República donde vivía ella, en Maturana, subieron a su casa, y esa es la historia que solo nosotros dos sabemos, eso es lo hermoso. Al otro día pasó lo que debía pasar.